viernes, octubre 22, 2010

Un Paseo Cualquiera


Me até bien las botas, me incorporé y me adentré aun más en el bosque. Los árboles se alzaban retorciéndose en formas inimaginables. Las sombras se pegaban a cada rincón y parecían huir a medida que avanzaba por el vago sendero que recorría. Era otoño, y el verde del verano había dejado paso a los tonos marrones y anaranjados de los árboles desnudos y las hojas por los suelos.
Perdí la noción del tiempo que llevaba andando, pero no me importó. Tampoco me importó que la luz empezase a escasear. Se empezaba a levantar una ligera brisa y las hojas empezaron a revolotear por todo el sendero, en todas direcciones.
Seguí avanzando, deleitándome con la danza de las hojas a mi alrededor, y de pronto, escuche primero tenue y luego más claro, el rumor del viento susurrándome desde lejos. Algo empezaba a inquietarme, así que decidí acelerar un poco el paso.
Llegué a un punto del sendero donde el tronco de un árbol hacía mucho tiempo caído hacia de puente para el arroyo que atravesaba la senda que recorría. Me llamó la atención el color de sus aguas, entre turquesas y cristalinas. Decidí despedirme del sendero y seguir por el margen izquierdo del arroyo, escuchando el ligero chapoteo y viendo a las ranas saltar al agua al acercarme a ellas.
El cielo se empezó a tornar violeta con las luces del ocaso, abandonando el naranja de las ultimas horas del día. Siguiendo el curso del riachuelo acabé en la pequeña entrada de una cueva, y como no quería retroceder, me adentré en la oscuridad de la caverna.
El arroyo discurría por el interior de la roca, y contrariamente a lo que yo creería encontrar, descubrí que en la cueva se podía percibir cierto resplandor que iluminaba las paredes.
Multitud de peces de colores brillaban bajo la corriente, emitiendo una miríada de luces de colores que parecían danzar de un lado a otro a lo largo del arroyo. Así pude continuar mi marcha, ligeramente cuesta abajo.
Al cabo de un rato, o varias horas, la serpenteante gruta comenzó a verse iluminada por una luz plateada, casi mágica, arrojando sombras en cada recodo del camino subterráneo. La cueva se fue ensanchando mas y mas, y el arroyo cada vez corría mas amplio, hacia lo que resultó ser el otro extremo del irregular túnel. De pronto me vi bañado de lleno por la luz plateada.
Allí en lo alto estaba Selene, radiante, plena, eterna. Y ante mí, el valle mas hermoso jamás contemplado por los ojos de un mortal.



5 comentarios:

K209 dijo...

Hola Sergio, soy Dios.

shana rey dijo...

que bonitoooo!!!!!!!!!!!!!
que siga, que sigaaaaaaa!!!!!!!!

Tzen dijo...

muchas gracias shana ^_^
no creo que lo continue, yo lo veo bien asi =)

K209 dijo...

me ha impresionado tu modo de escribir, sinceramente, no esperaba que escribieras así de bien. no es que te subestimara antes ni mucho menos, pero no sé, me sorprendí. me gusta, me gusta :D

Patricia Corrales ( Nindë) dijo...

Y encontró el valle encantado de Piecito!